Dia 5 El pecado y el ofrecimiento del perdon
EL PECADO Y EL OFRECIMIENTO DEL PERDON 3.- El ofrecimiento del perdón. |
Hoy hay una notable dificultad para hablar del pecado. Se ha perdido la noción y la conciencia de pecado . El Papa en Reconciliación y penitencia lo señala: He aquí por qué mi predecesor Pío XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que "el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado" <100>. (II.1.18) La pérdida del sentido de pecado va de la mano con la pérdida de la conciencia moral y de los parámetros de la vida moral . Hoy cunde el relativismo moral , el sujetivimo . Esta pérdida del sentido de pecado va de la mano con la secularización reinante. Dice el Papa:
Sin embargo, sucede frecuentemente en la historia, durante períodos de tiempo más o menos largos y bajo la influencia de múltiples factores, que se oscurece gravemente la conciencia moral en muchos hombres. "¿Tenemos una idea justa de la conciencia?" - preguntaba yo hace dos años en un coloquio con los fieles - "¿No vive el hombre contemporáneo bajo la amenaza de un eclipse de la conciencia, de una deformación de la conciencia, de un entorpecimiento o de una 'anestesia' de la conciencia?" <97>. Muchas señales indican que en nuestro tiempo existe este eclipse, que es tanto más inquietante, en cuanto esta conciencia, definida por el Concilio como "el núcleo más secreto y el sagrario del hombre" <98>, está "íntimamente unida a la libertad del hombre (...). Por esto la conciencia, de modo principal, se encuentra en la base de la dignidad interior del hombre y, a la vez, de su relación con Dios" <99>. Por lo tanto, es inevitable que en esta situación quede oscurecido también el sentido del pecado, que está íntimamente unido a la conciencia moral, a la búsqueda de la verdad, a la voluntad de hacer un uso responsable de la libertad. Junto a la conciencia queda también oscurecido el sentido de Dios, y entonces, perdido este decisivo punto de referencia interior, se pierde el sentido del pecado. He aquí por qué mi predecesor Pío XII, con una frase que ha llegado a ser casi proverbial, pudo declarar en una ocasión que "el pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado" <100>. ¿Por qué este fenómeno en nuestra época? Una mirada a determinados elementos de la cultura actual puede ayudarnos a entender la progresiva atenuación del sentido del pecado, debido precisamente a la crisis de la conciencia y del sentido de Dios antes indicada. El "secularismo" que por su misma naturaleza y definición es un movimiento de ideas y costumbres, defensor de un humanismo que hace total abstracción de Dios, y que se concentra totalmente en el culto del hacer y del producir, a la vez que embriagado por el consumo y el placer, sin preocuparse por el peligro de "perder la propia alma", no puede menos de minar el sentido del pecado. Este último se reducirá a lo sumo a aquello que ofende al hombre. Pero precisamente aquí se impone la amarga experiencia a la que hacía yo referencia en mi primera encíclica, o sea que el hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre <101>. En realidad, Dios es la raíz y el fin supremo del hombre y éste lleva en sí un germen divino <102>. Por ello, es la realidad de Dios la que descubre e ilumina el misterio del hombre. Es vano, por lo tanto, esperar que tenga consistencia un sentido del pecado respecto al hombre y a los valores humanos, si falta el sentido de la ofensa cometida contra Dios, o sea, el verdadero sentido del pecado. Se diluye este sentido del pecado en la sociedad contemporánea también a causa de los equívocos en los que se cae al aceptar ciertos resultados de la ciencia humana. Así, en base a determinadas afirmaciones de la psicología, la preocupación por no culpar o por no poner frenos a la libertad, lleva a no reconocer jamás una falta. Por una indebida extrapolación de los criterios de la ciencia sociológica se termina - como ya he indicado - con cargar sobre la sociedad todas las culpas de las que el individuo es declarado inocente. A su vez, también una cierta antropología cultural, a fuerza de agrandar los innegables condicionamientos e influjos ambientales e históricos que actúan en el hombre, limita tanto su responsabilidad que no le reconoce la capacidad de ejecutar verdaderos actos humanos y, por lo tanto, la posibilidad de pecar. Disminuye fácilemente el sentido del pecado también a causa de una ética que deriva de un determinado relativismo historicista. Puede ser la ética que relativiza la norma moral, negando su valor absoluto e incondicional, y negando, consiguientemente, que puedan existir actos intrínsecamente ilícitos, independientemente de las circunstancias en que son realizados por el sujeto. Se trata de un verdadero "vuelco o de una caída de valores morales" y "el problema no es sólo de ignorancia de la ética cristiana", sino "más bien del sentido de los fundamentos y los criterios de la actitud moral" <103>. Ciertamente la primera descripción del pecado se encuentra en el libro del Génesis. El pecado de Adán es el prototipo de todo pecado humano. Juan Pablo II analiza este pecado en Reconciliación y penitencia. Dice así el Papa:
p14 Si leemos la página bíblica de la ciudad y de la torre de Babel a la nueva luz del Evangelio, y la comparamos con aquella otra página sobre la caída de nuestros primeros padres, podemos sacar valiosos elementos para una toma de conciencia del misterio del pecado. Esta expresión, en la que resuena el eco de lo que escribe san Pablo sobre el misterio de la iniquidad <66>, se orienta a hacernos percibir lo que de oscuro e inaprensible se oculta en el pecado. Este es sin duda, obra de la libertad del hombre; mas dentro de su mismo peso humano obran factores por razón de los cuales el pecado se sitúa más allá de lo humano, en aquella zona límite donde la conciencia, la voluntad y la sensibilidad del hombre están en contacto con las oscuras fuerzas que, según san Pablo, obran en el mundo hasta enseñorarse de él <67>. La desobediencia a Dios De la narración bíblica referente a la construcción de la torre de Babel emerge un primer elemento que nos ayuda a comprender el pecado: los hombres han pretendido edificar una ciudad, reunirse en un conjunto social, ser fuertes y poderosos sin Dios, o incluso contra Dios <68>. En este sentido, la narración del primer pecado en el Edén y la narración de Babel, a pesar de las notables diferencias de contenido y de forma entre ellas, tienen un punto de convergencia: en ambas nos encontramos ante una exclusión de Dios, por la oposición frontal a un mandamiento suyo, por un gesto de rivalidad hacia él, por la engañosa pretensión de ser "como él" <69>. En la narración de Babel la exclusión de Dios no aparece en clave de contraste con él, sino como olvido e indiferencia ante él; como si Dios no mereciese ningún interés en el ámbito del proyecto operativo y asociativo del hombre. Pero en ambos casos la relación con Dios es rota con violencia. En el caso del Edén aparece en toda su gravedad y dramaticidad lo que constituye la esencia más íntima y más oscura del pecado: la desobediencia a Dios, a su ley, a la norma moral que él dio al hombre, escribiéndola en el corazón y confirmándola y perfeccionándola con la revelación. Exclusión de Dios, ruptura con Dios, desobediencia a Dios; a lo largo de toda la historia humana esto ha sido y es bajo formas diversas el pecado, que puede llegar hasta la negación de Dios y de su existencia; es el fenómeno llamado ateísmo. Desobediencia del hombre que no reconoce mediante un acto de su libertad el dominio de Dios sobre la vida, al menos en aquel determinado momento en que viola su ley. p15 En las narraciones bíblicas antes recordadas, la ruptura con Dios desemboca dramáticamente en la división entre los hermanos. En la descripción del "primer pecado", la ruptura con Yavé rompe al mismo tiempo el hilo de la amistad que unía a la familia humana, de tal manera que las páginas siguientes del Génesis nos muestran al hombre y a la mujer como si apuntaran su dedo acusando el uno hacia el otro <70>; y más adelante el hermano que, hostil a su hermano, termina quitándole la vida <71>. Según la narración de los hechos de Babel la consecuencia del pecado es la desunión de la familia humana, ya iniciada con el primer pecado, y que llega ahora al extremo en su forma social. Quien desee indagar el misterio del pecado no podrá dejar de considerar esta concatenación de causa y efecto. En cuanto ruptura con Dios el pecado es el acto de desobediencia de una criatura que, al menos implícitamente, rechaza a aquel de quien salió y que la mantiene en vida; es, por consiguiente, un acto suicida. Puesto que con el pecado el hombre se niega a someterse a Dios, también su equilibrio interior se rompe y se desatan dentro de sí contradicciones y conflictos. Desgarrado de esta forma el hombre provoca casi inevitablemente una ruptura en sus relaciones con los otros hombres y con el mundo creado. Es una ley y un hecho objetivo que pueden comprobarse en tantos momentos de la psicología humana y de la vida espiritual, así como en la realidad de la vida social, en la que fácilmente pueden observarse repercusiones y señales del desorden interior. El misterio del pecado se compone de esta doble herida, que el pecador abre en su propio costado y en relación con el prójimo. Por consiguiente, se puede hablar de pecado personal y social. Todo pecado es personal bajo un aspecto; bajo otro aspecto, todo pecado es social, en cuanto y debido a que tiene también consecuencias sociales. Es bueno recordar los términos con los que la Escritura designa el pecado: Amartía: falta de testimonio - ( mártir es el testigo ) Anomía: no a la ley . Adikía : injusticia Asébeia : impiedad Son términos que designan en la Biblia el fenómeno del pecado como algo que se opone a Dios , su ley, nuestra condición de hijos , etc. Como vemos, el pecado es más que un simple acto en contra de la ley. Es más que nada una actitud muy profunda del corazón del hombre que prescinde de Dios, que lo anula en su vida, que lo considera "prescindible". Es bueno analizar en nuestra vida no si tenemos simplemente "actos" pecaminosos, que ciertametne los tenemos, sino analizar nuestra "actitud" interior frente a Dios , si no hay en nosotros muchas veces ese "prescindir" y "anular" a Dios en nuestra vida.
3.- El ofrecimiento del
perdón. A la realidad del pecado se opone el amor de Dios que siempre está dispuesto a perdonar. Dios nos ofrece la reconciliación y el perdón en Cristo . "Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo", nos dice Juan en su primera carta.
Después del pecado, el hombre con las propias fuerzas no habría podido alcanzar seguridad alguna sobre el amor y el significado de su propia vida. Dios debía intervenir con la encarnación de su Hijo para garantizar al hombre que el amor es verdaderamente más fuerte que el pecado. Cristo, en su resurrección reveló el amor que triunfa sobre la muerte. El, Palabra de Dios, ha pronunciado una palabra de amor comprensible para todos. Esta palabra, sin embargo, crea lo que anuncia. (Libro del jubileo p. 91) En Is. 55,10-11 tenemos una descripción de esta palabra poderosa de Dios :
v10 Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, v11 así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé. Cuando al hombre se le dirige esta palabra de reconciliación, tiene que responder. El amor genera amor, o es ocasión de rechazo. El anuncio del Reino es una invitación y un desafío. Dios ha venido a ofrecer el perdón. Por eso, San Pablo va a decir en 2 Cor.5 :
v20 Nosotros somos, entonces, embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. v21 A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él. "Dejarse reconciliar" es la actitud del creyente. Hace falta mucha humildad y docilidad del corazón para "dejarse" captar por Dios , amar por Dios, recrear por Dios. Nuestro orgullo es el que nos impide muchas veces progresar en la santidad, porque nos impide dejar que Dios actúe , que Dios obre en nosotros su gracia.
4.- El sacramento de la
Penitencia. Es un sacramento en crisis, por muchas razones. Pero tenemos que recuperarlo en este año de la reconciliación y el perdón como el sacrmaento del amor del Padre. Así lo señala el Papa en Tertio millenio :
p50 En este tercer año el sentido del "camino hacia el Padre" deberá llevar a todos a emprender, en la adhesión a Cristo Redentor del hombre, un camino de auténtica conversión, que comprenda tanto un aspecto "negativo" de liberación del pecado, como un aspecto "positivo" de elección del bien, manifestado por los valores éticos contenidos en la ley natural, confirmada y profundizada por el Evangelio. Es éste el contexto adecuado para el redescubrimiento y la intensa celebración del sacramento de la Penitencia en su significado más profundo. El anuncio de la conversión como exigencia imprescindible del amor cristiano es particularmente importante en la sociedad actual, donde con frecuencia parecen desvanacerse los fundamentos mismos de una visión ética de la existencia humana. "En este año ,por tanto, será importante hacer crecer en nuestra existencia cristiana una apertura a la acogida de la gracia del perdón. Dios es Padre y ante El no se permite ningún sentimiento de culpa que se encierre en nosotros mismos y en la soledad de la angustia. Ante un padre que ama, se descubre, en cambio, todo cuanto nosotros debemos ser capaces de amar, sin dejar que nos domine el egoísmo."(Libro del jubileo p.98) Recuperar, por tanto, el sacramento de la reconciliación como sacramento del perdón y de la "recreación" de nuestra vida es sumamente importante para la vida cristiana. Podemos llamarlo sacramento del crecimiento , sacramento de la perfección, sacramento del gozo , sacramento de la fiesta del perdón , sacramento de la vida y del amor que vence el pecado . Es un sacramento que el Papa nos pide que lo vivamos con frecuencia:
La renovación de los ritos, realizada después del Concilio, no autoriza ninguna ilusión ni alteración en esta dirección. Esta debía y debe servir, según la intención de la Iglesia, para suscitar en cada uno de nosotros un nuevo impulso de renovación de nuestra actitud interior, esto es, hacia una comprensión más profunda de la naturaleza del sacramento de la penitencia; hacia una aceptación del mismo más llena de fe, no ansiosa sino confiada; hacia una mayor frecuencia del sacramento, que se percibe como lleno del amor misericordioso del Señor. Más adelante añade:
También con la presente exhortación dirijo, pues, una insistente invitación a todos los sacerdotes del mundo, especialmente a mis hermanos en el episcopado y a los párrocos, a que faciliten con todas sus fuerzas la frecuencia de los fieles a este sacramento, y pongan en acción todos los medios posibles y convenientes, busquen todos los caminos para hacer llegar al mayor número de nuestros hermanos la "gracia que nos ha sido dada" mediante la penitencia para la reconciliación de cada alma y de todo el mundo con Dios en Cristo. 5.- Preguntas para la
reflexión .- ¿ Qué hay de pecado en mí? ¿ Qué descubro como actitudes pecaminosas que debo cambiar ? ¿ Creo en la misericordia del padre ? ¿ Acepto cordialmente el ofrecimiento del perdón ? ¿ Cómo vivo el sacramento de la Penitencia o Reconciliación ? ¿ Qué propósito hago para este año ? |